El hacer por el hacer

El pasado 25 de Junio, en el microcentro porteño, fuimos testigos de lo que fue una “llamativa” campaña antipieles: los transeúntes curiosos, atraídos por las cámaras y el tumulto, pasaban a observar la performance de cuerpos semidesnudos y ensangrentados (cualquier parecido con alguna organización internacional no es pura casualidad). Claro, para concientizar, una imagen vale más que mil palabras; por eso mismo no se habló de otra cosa que no sea de piel. Como si los otros derivados de animales para vestimenta fueran menos importantes. Como si no fuera producto de la explotación la lana, la seda, ni siquiera el cuero. Como si el problema fuera el uso de pieles, algo tan frívolo como la moda. Por suerte, la cara de la campaña, no volvió a usar zapatos de cuero para esta ocasión. Aunque ahora es cara de un producto elaborado por una empresa que hace años está boicoteada por experimentar con animales no humanos.

La pregunta lógica que surge al ver todo esto es: ¿es bienestarismo estar en contra de la piel y solamente de la piel? Puede pensarse erróneamente que no, porque no se pide "mejor trato". Pero de hecho, lo que se cuestiona es el trato. De lo que se habla es del trato. Uno que no siempre es tan cruel como se manifestó públicamente. Y que muchos peleteros niegan que se haga con crueldad.

Formulemos entonces la pregunta con otro ejemplo: ¿es discriminación estar en contra de la esclavitud exclusivamente si se somete a indios latinoamericanos? Los otros hombres… ¿sí pueden ser explotados? Lo que plantea la postura de los derechos animales es, justamente, abolir la esclavitud y no sólo “un tipo” de esclavitud. Es la esclavitud a la que estamos cuestionando independientemente del sujeto que la padece. De lo contrario estamos diciéndole a la gente: No use esto. A otros: no vaya a tal lado. Y tendríamos que ir así haciendo una campaña tras otra para comenzar de nuevo con la primera dentro de muchos años.

En el imaginario colectivo de muchos de los que luchan por los animales, está fijada la idea del “hacer por hacer”: no importa qué ni cómo, la cuestión es hacer y hacer ahora. Esta falacia nos extirpa la parte más importante de una acción, que es el sentido, el objetivo que nos impulsa.

A grandes rasgos, podemos decir que una acción consta de tres momentos.

  • Intención: la voluntad ordenada a un fin.
  • Elaboración: de qué manera se va a llevar a cabo.
  • Respuesta: la acción propiamente dicha, la materialización de la intención.

El resultado o respuesta es lo que va a determinar el futuro de la causa que deseamos encarar.

“Todo es para bien, todo contribuye al cambio” –escuchamos decir. Este cliché debería ser replanteado. La historia no es una dinámica absoluta que, en su continuo y eterno movimiento, avanza hacia el veganismo sin importarle los procesos que se lleven a cabo; irremediablemente llegará al destino de su evolución. No es así. La historia se construye, la construimos día a día con nuestro obrar y antes de hacer hay que pensar muy bien lo que esto va a traer aparejado.

Si para muchos estas campañas van a fortalecer el movimiento más que los bolsillos o la publicidad para los “famosos” que actuaron en él, el futuro no es muy optimista. Mientras tanto desviamos la atención del fondo y sigan empeorándose los demás problemas.